Aunque llego cansado, no puedo resistirme a publicar una nota sobre lo bien que lo hemos pasado en nuestro “Dutch Tour 07”.
Los holandeses nos han tratado fenomenal. Además de nadar rápido, son tíos majos de verdad. Hasta nos reservaron sus tres días de sol anuales para que los disfrutáramos este fin de semana.
Lo primero que a mí me impresionó fueron las instalaciones: Aquello era como un gran centro comercial, pero lleno de piscinas. Los masters teníamos dos de 50 m a nuestra disposición, una para competir y otra para calentar. Había otra de 25x25 m donde entrenaban los alevines del PSV (un nene de 8 años estaba haciendo series de 25 en 15’’ ¡alucinante!), otra llena de toboganes, olas, corrientes, remolinos y cañones de agua, y cuantas piscinas descubiertas que estaban cerradas aún.
La piscina de competición, preciosa: 10 calles, con crono electrónico en las 10, una pantalla gigante a todo color (Philips, por supuesto), donde en los relevos salía en cada posta quien estaba nadando. Los podium de salida tenían sensor de carga, y aparecía el tiempo de reacción de cada nadador.
El nivel deportivo tremendo. Había mucho holandés bruto, alemanes, franceses, italianos, ingleses y nosotros como únicos representantes españoles.
Los resultados los podéis ver aquí (rugslag=espalda, vrije slag=libre, schoolslag=braza, vlinderslag=mariposa y wisselslag=estilos).
Las medallas eran bonitas, pero estaban bastante caras. Aún así nuestro Miguelón, inmenso, se llevó tres de oro en 400 libre, 200 libre y 200 mariposa (con record de España en estas dos últimas), Begoña Vázquez fue bronce en 400 libre a centésimas de la plata, y por último un servidor secundó a Miguel con plata en 400 y 200 libre (ya se sabe:”los animales, de dos en dos”), para desazón de los holandeses de nuestra quinta, que aún así lo aceptaron con deportividad.
El sábado, los anfitriones (el PSV) montaron un buffet libre con toneladas de comida picante (a mí me gustó), que no sé si por suerte o por desgracia, iba acompañada de barra libre de cerveza.
La ciudad no es especialmente grande (íbamos andando a todo), a diferencia de sus habitantes, pero es muy agradable y con algunos rincones realmente bonitos. La gente sólo piensa en vivir lo mejor posible, el fútbol y la natación, aunque no sé en que orden.
Vamos, que después de conocer Eindhoven, he perdonado a los hermanos Wildeboer por mudarse allí. ¡Si casi me quedo con ellos!.
Los holandeses nos han tratado fenomenal. Además de nadar rápido, son tíos majos de verdad. Hasta nos reservaron sus tres días de sol anuales para que los disfrutáramos este fin de semana.
Lo primero que a mí me impresionó fueron las instalaciones: Aquello era como un gran centro comercial, pero lleno de piscinas. Los masters teníamos dos de 50 m a nuestra disposición, una para competir y otra para calentar. Había otra de 25x25 m donde entrenaban los alevines del PSV (un nene de 8 años estaba haciendo series de 25 en 15’’ ¡alucinante!), otra llena de toboganes, olas, corrientes, remolinos y cañones de agua, y cuantas piscinas descubiertas que estaban cerradas aún.
La piscina de competición, preciosa: 10 calles, con crono electrónico en las 10, una pantalla gigante a todo color (Philips, por supuesto), donde en los relevos salía en cada posta quien estaba nadando. Los podium de salida tenían sensor de carga, y aparecía el tiempo de reacción de cada nadador.
El nivel deportivo tremendo. Había mucho holandés bruto, alemanes, franceses, italianos, ingleses y nosotros como únicos representantes españoles.
Los resultados los podéis ver aquí (rugslag=espalda, vrije slag=libre, schoolslag=braza, vlinderslag=mariposa y wisselslag=estilos).
Las medallas eran bonitas, pero estaban bastante caras. Aún así nuestro Miguelón, inmenso, se llevó tres de oro en 400 libre, 200 libre y 200 mariposa (con record de España en estas dos últimas), Begoña Vázquez fue bronce en 400 libre a centésimas de la plata, y por último un servidor secundó a Miguel con plata en 400 y 200 libre (ya se sabe:”los animales, de dos en dos”), para desazón de los holandeses de nuestra quinta, que aún así lo aceptaron con deportividad.
El sábado, los anfitriones (el PSV) montaron un buffet libre con toneladas de comida picante (a mí me gustó), que no sé si por suerte o por desgracia, iba acompañada de barra libre de cerveza.
La ciudad no es especialmente grande (íbamos andando a todo), a diferencia de sus habitantes, pero es muy agradable y con algunos rincones realmente bonitos. La gente sólo piensa en vivir lo mejor posible, el fútbol y la natación, aunque no sé en que orden.
Vamos, que después de conocer Eindhoven, he perdonado a los hermanos Wildeboer por mudarse allí. ¡Si casi me quedo con ellos!.
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